
Acrasia tecnológica
Published on July 19, 2022
¿Alguna vez te ha pasado que eliges una cosa A sobre una B, sabiendo que la B es mejor? Por ejemplo, quizá sabes que es mejor para ti comer una dieta balanceada, ¿pero deliberadamente eliges comida poco saludable? Ese fenómeno es conocido como acrasia, que se define como “hacer algo en contra del mejor juicio” o tomar una decisión que categóricamente es nada benéfica para uno mismo y puede ser abordado desde la perspectiva filosófica, sociológica y psicológica.
Pablo A. Ruz Salmones – CEO, X eleva Group
San Agustín decía que “Todo el que se engaña, no conoce aquello en que se engaña”. En otras palabras, lo que afirmaba es que nadie podría elegir lo malo sobre lo bueno, toda vez que conociera lo bueno. Asumiendo que la voluntad va ligada al conocimiento, desde esa perspectiva la acrasia no existe; simplemente se trata de un mal juicio por no conocer el verdadero bien. Esta línea filosófica sostiene que nadie “en sus cinco sentidos” elegiría la opción mala en vez de la buena si supiera (y no que únicamente conozca) por qué una es mejor que la otra. Aquí de una misma manera se contraponen los conceptos del saber y conocer como dos conceptos que desde una línea epistemológica son diferentes. Pues mientras conocer alude a reconocer las características y diferencias de algo, saber implica una experiencia previa que permite profundizar y agudizar el juicio.
La línea aristotélica, por otro lado, sí reconoce la existencia de la acrasia. De hecho, hace una doble distinción de la acrasia entre una de momentánea irracionalidad y una de debilidad prolongada, una “voluntad débil”. Si bien cualquier arrebato o acto impulsivo es interesante de discutir, en nuestra época quizá valdría más hablar de la acrasia por voluntad débil y falta de ética.
Hoy, muchas veces nos consume la falta de voluntad; y en vez de utilizar el enorme potencial de la tecnología para cosas más complejas, la utilizamos para cosas manifiestamente innecesarias, escogiendo sus usos juiciosamente malos sobre los buenos, a sabiendas de que son contraproducentes para nosotros y para los demás. Por ejemplo, la tecnología nos permite leer innumerable cantidad de libros y artículos, sin embargo muchas personas prefieren pasarse las horas mandando mensajes de odio a desconocidos. Sabemos que una cosa es mejor que la otra, y manifiestamente escogemos la mala.
Esto provoca un discurso que lleva como frase principal un grito desesperado y un hambre de nostalgia del pasado que se vislumbra con la pregunta de “¿a dónde nos está llevando la tecnología?”

Antes era la televisión bajo la frase “es que la tele vuelve a la gente tonta”; ahora se dice eso de los videojuegos e internet. Es por demás innegable por supuesto que si alguien consume su tiempo observando contenido violento en internet tendrá alguna afectación real, pero lo que olvidamos es que es nuestra elección ver eso en internet. Paradójicamente, al mismo tiempo utilizamos la frase “la tecnología es solamente una herramienta”, cuando, por ejemplo, queremos descalificar a alguien que publica “tonterías” o “fake news” en redes sociales, y queremos hacer notar que es esa persona, y no la tecnología.
En realidad esta paradoja se resuelve de manera muy sencilla; únicamente cuando nos es conveniente, que es cuando nosotros tomamos una mala decisión, o bien cuando afecta a nuestro mundo cercano
inmediato (familia, amigos) o falso cercano (lo que vemos en los medios) decimos que “la tecnología
vuelve a la gente de tal forma”, y le quitamos su carácter de herramienta, pero cuando queremos descalificar a alguien, entonces le devolvemos su carácter moral “neutro”.
Esto alude a un comportamiento humano que involucra imperativos sobre la distinción entre las acciones humanas, tal y como Kant abordó a lo largo de sus obras filosóficas. Actuar siempre apegados al buen juicio, en un imperativo categórico, sería imposible racionalmente hablando.
Fallamos en ver que es nuestra falta de voluntad, nuestra voluntad débil (odiamos decir que somos débiles), lo que causa que tomemos decisiones erradas en vez de correctas, lo que causa que escojamos
lo malo en vez de lo bueno y, cobardemente, utilizamos a la tecnología como un chivo expiatorio y así huir de nuestra responsabilidad.
Tal vez, en lugar de actuar bajo juicios categóricos de bueno y malo, sería mucho más adecuado hacerlo bajo el concepto de lo ético, en tanto que lo ético responde a la pregunta ¿Qué puede hacer algo o alguien frente cierta situación o persona? De ahí vendría un mejor sentido de responsabilidad, pues estaría estipulado según las capacidades de cada quien para decidir lo mejor para sí y su entorno.
Asumir una responsabilidad es mejor que no asumirla y culpar a alguien (o a algo) más. Y hoy, lo que
sucede es que a sabiendas de esto, de que nosotros tenemos que afrontar nuestras responsabilidades en
el uso de la tecnología (opción buena), preferimos manifiestamente culparla a ella de aquello que le
pasa a nuestra sociedad y a nosotros (opción mala). Escogemos la opción mala sobre la buena.
Eso, y no otra cosa, es acrasia tecnológica.
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